
Un día, una jovencita amable, pero bastante tímida, llegó a la residencia donde me hospedo. Casi no hablaba español y se mostraba algo abrumada por todo lo que ocurría a su alrededor. Venía con una maleta de buenas proporciones que le ayudé a subir al cuarto queriendo entablar conversación para saber más sobre ella. Estaba intrigado.
Intenté comunicarme pero en su mayoría los intentos fueron fallidos. Entre señas me hizo entender que agradecía el detalle de subir la pesada maleta hasta el segundo piso, que venía de Corea del Sur y que su nombre era Dare.
Me sentí extraño. No entendía porqué alguien vendría desde tan lejos a vivir en este despelote de ciudad. Y es que el viaje desde Seúl a Bogotá dura tres días y cuesta cerca de seis millones de pesos. Ella parecía contenta de estar aquí.
A la siguiente semana, cuando llegaba a almorzar, me encontré con que Dare estaba sentada en la mesa con otra coreana. Hablaban rápido en un idioma sonoro, de suave entonación pero ininteligible para mi. Intentaba descubrir alguna palabra conocida, de origen semántico similar, pero no lo logré.
Sin embargo, al momento en que le hice la primera pregunta, me miró con sus ojos tiernos y confundidos para después voltear la cara hacia su amiga. Se dijeron unas frases en su idioma y la amiga me respondió la pregunta, añadiendo que a Dare había que hablarle despacio para que entendiera. Apenas estaba aprendiendo español.
Durante el mes venidero me acostumbré a verlas juntas en el almuerzo. Después de varios días en que sus movimientos, cada gesto, cada risilla y cada ruido insospechado se convertían en objeto de un profundo análisis, se estableció una amistad y pude resolver todas mis inquietudes sobre ellas y su país.
Su viaje se debe a un intercambio cultural que les piden hacer en sus universidades de Corea y a que necesitan perfeccionar otro idioma. Un idioma que es muy apetecido en Oriente y que, según ellos, es de excelente calidad en Colombia. Allá somos la meca del español... ¡Más que España!... Bueno, no han escuchado como el presidente regaña a sus súbditos...
Los fines de semana llegaban cada vez más coreanos a la residencia a visitar a Dare y con cada uno que llegaba yo me asombraba más de la cantidad de ellos que están residiendo pasajeramente no sólo en Bogotá, sino en las grandes ciudades del país.
Así, conociendo a estas personas, sus calidades humanas, intelectuales y sociales, me siento dichoso de que estén escogiendo a Colombia como su destino para aprender español y que traigan algo de su bella y ancestral cultura al país. Hay mucho que aprender de ellos.
¡Bienvenidos Coreanos!