28 de julio de 2009

Aullido

Hoy le grito a esta ciudad que es una hija de puta Es una hija de puta completa, con sus carros, sus motos y sus hijueputas buses. Es una hija de puta con sus asquerosas calles sucias y humeantes Es una hija de puta con sus avenidas y semáforos Malparida ahogada en el estúpido cemento Más hija de puta con sus despreciables conductores Hijueputísima en sus huecos y más en lo liso de su asfalto Hoy le grito a esta ciudad que es una hija de puta Es una hija de puta sin alma El corazón como sus asquerosas calles sucias y humeantes El alma atropellada por los malparidos carros, motos e hijueputas buses Un alma atropellada como los canes que veo en las esquinas Cojos, tristes, adoloridos y nobles Con las caderas dislocadas y las patas aplastadas De ojos tristes y suplicantes, nobles Aullándo de dolor al frio Rostros suplicantes de cariño Inocentes de toda culpa que pagan la hijueputez de esta ciudad Todos en grupo calentándose en las asquerosas esquinas Esperando un nuevo malparido carro, moto o hijueputa bus Sus flacos seres esperando otro sorpresivo golpe A ver si por fín el hijueputa se digna al menos a quitarles la vida Si un hijueputa encuentra en ese desgraciado pecho un ápice de humanidad Se baja del malparido carro, moto o hijueputa bus y remedia el dolor de ese ser que destruyó Con sus ojos suplicantes me miran al pasar Llenan de lágrimas mis ojos, regados en dolores De aquellos que no pueden llorar y suplican compasión Y suplican el respeto merecido Por la pureza que en ellos todos impera Admirable en esta hijueputa ciudad Tan sucia que pudrió su compasión Para los canes destruídos en las esquinas, que veo a mi lado al andar y lloro con dolor al recordar. Por ustedes no puedo hacer nada, la impotencia quiebra mi espalda, doblándome los espásmos en sollozos profundos. No me queda mas, tristes y aullantes amigos, lo único noble que he conocido, refugio y compañía sin condición, que hablar aquí por ustedes y dejar ver en mi sufrir el suyo propio. Amigos, ustedes en esas esquinas, con sus patas aplastadas, sus hombros dislocados, sus caderas desgarradas, sus pelajes ensangrentados, sus estómagos vacíos y aún tan magníficos en tal pureza de miradas, son las vitrinas de la podredumbre de este lugar, del desprecio por lo diáfano, del repudio por lo verdaderamente valioso, de la estúpida ceguez.

22 de julio de 2009

Del nuevo pueblo...

Con razón de la celebración de los 199 años de independencia de la corona española en Cali se realizaron, el 18 y 19 de julio, unos conciertos de reggae, música del pacífico y hip hop en el teatro al aire libre los cristales.
Era un espacio cultural de la Alcaldía, que puso la mayoría de recursos para cuestiones de iluminación, sonido, logística y seguridad. Debido al carácter público del evento y acorde con la ineficiencia que esto determina, no se informó a la comunidad sobre su ocurrencia.
Yo me enteré por un amigo aficionado a ver el canal regional que, sabiendo lo inédito de las actividades culturales municipales y gustándole mucho éstas, mantiene al tanto de dicha agenda.
Nos encaminamos bajo el tremendo sol de la una de la tarde, atravesando aires caldeados e inmóviles que fueron gran resistencia mientras recorrimos San Antonio, buscando las frescas lomas del teatro. Llegamos casi puntuales, pero la sorpresa fue grande y el aburrimiento mucho: aunque debía empezar a la una, esperamos hasta las cinco y media para que la primera banda se presentara.
Durante el tiempo de espera, sobre llevable gracias a la exhuberancia de los árboles caleños, un incipiente público se agolpó en los alrededores del lugar. Había todo tipo de gente: desde tipos con crestas y aretes hasta otros muy estirados con enormes y graciosas gafas de sol. Todas las modas y tendencias se encontraron allí.
Empezó tocando un grupo de Yumbo música pacífica y caribeña mientras la gradería se poblaba de espectadores que, de la nada, aparecieron por montones hasta hacer fila para ingresar.
Me dio alegría que a pesar de la poca propaganda los jóvenes respondieron con su asistencia, sin reparar en las notables diferencias que tenían unos de otros.
Siguió un grupo de hip hop que alborotó los ánimos. Eran personas del Distrito de Aguablanca que pregonaban letras violentas, quejumbrosas como el mendigo que estira la mano pidiendo monedas. En su poca originalidad, arrojando sentencias descaradas contra unos y otros que no fueran pobres como ellos, no hacían más que imitar paupérrimamente a los raperos gringos. Cantaban sobre el sistema y la discriminación mientras se balanceaban sobre tenis Nike de variopinto colores y movían la cabeza como patos electrizados.
En las gradas, muchos los ovacionaban alzando los brazos al triste cielo, saltando y copiando aquellos movimientos ridículos de gueto negro.
Al ocaso llegaron frescos vientos farallonezcos que trajeron otro tipo de gente. Personajes mal trajeados, de caras fragosas y ropas anchas, con ojos oscurecidos de odio y miradas provocantes. El nuevo pueblo hacía presencia venido desde los arrabales: muchachos criados por la televisión, educados en las salvajes esquinas sin más valores que el del dinero, ansiosos de prestigio social pero adversos al esfuerzo, rencorosos de un Estado y unas clases sociales que se han vaciado los bolsillos cargando con las obligaciones que sus familias no asumen, convencidos de una deuda que la sociedad tiene con ellos y febriles a la hora de exigir su pago.
Desde la tarima, arengas populistas contra el capital, políticos y las "paramilitares fuerzas militares colombianas" vibraron en todo el teatro ante la mirada atónita de algunos, como mis amigos y yo, y las acaloradas celebraciones de muchos.
Sentí una incomodidad inquieta al escuchar a aquellos bufones y a su público. Decidí retirarme. Mientras lo hacía vi con asco a ese nuevo pueblo tan ignorante, falto de valor y principios, con mucha energía para gritar, destruir e insultar y tan poca para construir y progresar. Un pueblo ocioso y malagradecido que se lamenta de los políticos que llegan al poder por su voto irresponsable, que entregan en trueque inmundo. Unas gentes que desprecian toda ayuda estatal, convirtiendo las obras civiles en sucias ruinas y rechazando el control policivo mientras protege a delincuentes destructores de la sociedad benefactora.
Me retiré decepcionado a caminar por la ciudad. Con una punzada en el estómago, que apenas digería el mal trago, miraba los parques abandonados y sucios. Los oscuros andenes me llevaban por caminos conocidos, los mismos tristes andares que seguirá recorriendo el país si persiste esa cultura popular de mierda, destrucción, facilismo y mal agradecimiento.

11 de julio de 2009

El regreso

Estoy de nuevo en Cali. Confieso que no tenía ganas de venir. Me aferraba a mi pequeño cuarto en Bogotá, a la carrera séptima, a las hamburguesas del puesto de la esquina, a la carne tiesa e incomible del almuerzo...
Me aferraba a una ciudad ajena por querer olvidar los malos recuerdos de la propia, el dolor por su atraso y la tristeza de quien ama con inconformidad.
Vine armado de críticas y comparaciones, preparado para pelearle, para gritarle que la odiaba y que pronto me largaría con complacencia. No esperaba encontrar nada grato y sí todo un mar de malos síntomas de qué quejarme.
Algo sucedió. Estoy aquí y siento que mucho ha cambiado. Los edificios son los mismos, las calles están iguales y la gente hace lo de siempre, pero yo ya no tengo veneno en la lengua. Venía a fusilar a una ciudad entera y quedé desarmado.
Después de gritarle improperios a un desechable desde mi balcón y entablar con él una comunicación de gestos obscenos y amenazas por estar tirándole piedras a un animal en la rivera del río, toda mi bilis desapareció. Sentí que con pequeños actos se pueden lograr grandes cambios.
Así que salí a la calle con energías recargadas, sintiéndome feliz de haberle salvado la vida a una zarigüeya y a la vez educado a una persona en ciudado medioambiental.
Respiré un nuevo aire, como si ese viento fresco nacido de los farallones, que recorre todo el Valle, quisiera llevarse los malos recuerdos y el pesimismo para traer consigo renovación.
Caminé al lado del río mirando lo linda que es la ciudad, admiré ese hermoso corredor ecológico lleno de árboles y animales y el fuerte contraste que hace con los grandes edificios que están erguidos a su lado.
Estaba como en un sueño y al despertar me encontré feliz caminando con el río a mi izquierda y la avenida Colombia a mi derecha. Estaba en la frontera, entre un mundo y otro. Los pájaros y las ardillas jugaban a perseguirse por los árboles mientras los automóviles se deslizaban entre gigantes inmovibles de concreto al otro.
Encontré una respuesta: a Cali hay que soñarla, recorrerla con los cinco sentidos atentos pero distendidos para no quedar con los nervios lastimados de tantas emociones que genera, de sus cambios bruscos, de sus amores y odios.

Letanía

Escribir es estirar las alas en el ancho cielo de la imaginación, encerrar pensamientos entre letras, que no vuelen libérrimos perdiéndose en el tiempo. En la angustia de tener tanto que decir, ignotos mundos para relatar fijos en las pupilas, el papel recibe la descarga tremenda de una retórica que llegó sin desaparecer. Duele el mundo en mi, en cada detalle que se pierde entre los vericuetos de la cabeza, en las ricas historias incompletas y las yermas noches de incansable ocio que en el extravío de banales ocupaciones desperdicié. Cada párrafo es un parir. Viene con sufrimiento y convulsiones de tan liviana memoria desterrante de momentos olvidados. He aquí lo que quiero contar, libre la palabra que encierra la letra, fresco el sentir que el pecho guardó.

¿Quién soy?

Estudiante de Comunicación Social y Filosofía. ricardotp@hotmail.com ---- ricohin

Para seguir. No escribo mucho