11 de julio de 2009

El regreso

Estoy de nuevo en Cali. Confieso que no tenía ganas de venir. Me aferraba a mi pequeño cuarto en Bogotá, a la carrera séptima, a las hamburguesas del puesto de la esquina, a la carne tiesa e incomible del almuerzo...
Me aferraba a una ciudad ajena por querer olvidar los malos recuerdos de la propia, el dolor por su atraso y la tristeza de quien ama con inconformidad.
Vine armado de críticas y comparaciones, preparado para pelearle, para gritarle que la odiaba y que pronto me largaría con complacencia. No esperaba encontrar nada grato y sí todo un mar de malos síntomas de qué quejarme.
Algo sucedió. Estoy aquí y siento que mucho ha cambiado. Los edificios son los mismos, las calles están iguales y la gente hace lo de siempre, pero yo ya no tengo veneno en la lengua. Venía a fusilar a una ciudad entera y quedé desarmado.
Después de gritarle improperios a un desechable desde mi balcón y entablar con él una comunicación de gestos obscenos y amenazas por estar tirándole piedras a un animal en la rivera del río, toda mi bilis desapareció. Sentí que con pequeños actos se pueden lograr grandes cambios.
Así que salí a la calle con energías recargadas, sintiéndome feliz de haberle salvado la vida a una zarigüeya y a la vez educado a una persona en ciudado medioambiental.
Respiré un nuevo aire, como si ese viento fresco nacido de los farallones, que recorre todo el Valle, quisiera llevarse los malos recuerdos y el pesimismo para traer consigo renovación.
Caminé al lado del río mirando lo linda que es la ciudad, admiré ese hermoso corredor ecológico lleno de árboles y animales y el fuerte contraste que hace con los grandes edificios que están erguidos a su lado.
Estaba como en un sueño y al despertar me encontré feliz caminando con el río a mi izquierda y la avenida Colombia a mi derecha. Estaba en la frontera, entre un mundo y otro. Los pájaros y las ardillas jugaban a perseguirse por los árboles mientras los automóviles se deslizaban entre gigantes inmovibles de concreto al otro.
Encontré una respuesta: a Cali hay que soñarla, recorrerla con los cinco sentidos atentos pero distendidos para no quedar con los nervios lastimados de tantas emociones que genera, de sus cambios bruscos, de sus amores y odios.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Me alegra que pongas tus cinco sentidos para seguir amando a tu ciudad..siempre se recuerda y se lleva en el corazón la tierra que nos vió crecer.

Lali dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lali dijo...

pero como asi que andas en Cali y no me has llamado para que nos veamos eh??? no no n o la proxima vez que te vea te voy hablar con improperios asi como lo hiciste con el desechable, jjajaja.-. un besito...

Letanía

Escribir es estirar las alas en el ancho cielo de la imaginación, encerrar pensamientos entre letras, que no vuelen libérrimos perdiéndose en el tiempo. En la angustia de tener tanto que decir, ignotos mundos para relatar fijos en las pupilas, el papel recibe la descarga tremenda de una retórica que llegó sin desaparecer. Duele el mundo en mi, en cada detalle que se pierde entre los vericuetos de la cabeza, en las ricas historias incompletas y las yermas noches de incansable ocio que en el extravío de banales ocupaciones desperdicié. Cada párrafo es un parir. Viene con sufrimiento y convulsiones de tan liviana memoria desterrante de momentos olvidados. He aquí lo que quiero contar, libre la palabra que encierra la letra, fresco el sentir que el pecho guardó.

¿Quién soy?

Estudiante de Comunicación Social y Filosofía. ricardotp@hotmail.com ---- ricohin

Para seguir. No escribo mucho