6 de noviembre de 2009

Delirio

Desde lo más profundo de lo que no hay en mí, en el centro mismo de mi esquina favorita y en la parte de arriba de la planta de mi pié, desde ninguna parte y hacia todos los rincones surgen arañas de pies alambrudos y antenas de coral. Suben por las paredes hasta llegar a las nubes, caminan entre relámpagos y una que otra cae presa de la sustancia rosada que escupe el sol. Olores de primavera vienen con ellas mientras la mierda se apodera de lo que tocan. Sus ponzoñas inyectan sangre en incautas piedras que ya no pueden escapar. La madera trepida a la par que el hielo del estío quema sus hormigas, tragándoselas un fresco sueño que arde por dentro.

28 de julio de 2009

Aullido

Hoy le grito a esta ciudad que es una hija de puta Es una hija de puta completa, con sus carros, sus motos y sus hijueputas buses. Es una hija de puta con sus asquerosas calles sucias y humeantes Es una hija de puta con sus avenidas y semáforos Malparida ahogada en el estúpido cemento Más hija de puta con sus despreciables conductores Hijueputísima en sus huecos y más en lo liso de su asfalto Hoy le grito a esta ciudad que es una hija de puta Es una hija de puta sin alma El corazón como sus asquerosas calles sucias y humeantes El alma atropellada por los malparidos carros, motos e hijueputas buses Un alma atropellada como los canes que veo en las esquinas Cojos, tristes, adoloridos y nobles Con las caderas dislocadas y las patas aplastadas De ojos tristes y suplicantes, nobles Aullándo de dolor al frio Rostros suplicantes de cariño Inocentes de toda culpa que pagan la hijueputez de esta ciudad Todos en grupo calentándose en las asquerosas esquinas Esperando un nuevo malparido carro, moto o hijueputa bus Sus flacos seres esperando otro sorpresivo golpe A ver si por fín el hijueputa se digna al menos a quitarles la vida Si un hijueputa encuentra en ese desgraciado pecho un ápice de humanidad Se baja del malparido carro, moto o hijueputa bus y remedia el dolor de ese ser que destruyó Con sus ojos suplicantes me miran al pasar Llenan de lágrimas mis ojos, regados en dolores De aquellos que no pueden llorar y suplican compasión Y suplican el respeto merecido Por la pureza que en ellos todos impera Admirable en esta hijueputa ciudad Tan sucia que pudrió su compasión Para los canes destruídos en las esquinas, que veo a mi lado al andar y lloro con dolor al recordar. Por ustedes no puedo hacer nada, la impotencia quiebra mi espalda, doblándome los espásmos en sollozos profundos. No me queda mas, tristes y aullantes amigos, lo único noble que he conocido, refugio y compañía sin condición, que hablar aquí por ustedes y dejar ver en mi sufrir el suyo propio. Amigos, ustedes en esas esquinas, con sus patas aplastadas, sus hombros dislocados, sus caderas desgarradas, sus pelajes ensangrentados, sus estómagos vacíos y aún tan magníficos en tal pureza de miradas, son las vitrinas de la podredumbre de este lugar, del desprecio por lo diáfano, del repudio por lo verdaderamente valioso, de la estúpida ceguez.

22 de julio de 2009

Del nuevo pueblo...

Con razón de la celebración de los 199 años de independencia de la corona española en Cali se realizaron, el 18 y 19 de julio, unos conciertos de reggae, música del pacífico y hip hop en el teatro al aire libre los cristales.
Era un espacio cultural de la Alcaldía, que puso la mayoría de recursos para cuestiones de iluminación, sonido, logística y seguridad. Debido al carácter público del evento y acorde con la ineficiencia que esto determina, no se informó a la comunidad sobre su ocurrencia.
Yo me enteré por un amigo aficionado a ver el canal regional que, sabiendo lo inédito de las actividades culturales municipales y gustándole mucho éstas, mantiene al tanto de dicha agenda.
Nos encaminamos bajo el tremendo sol de la una de la tarde, atravesando aires caldeados e inmóviles que fueron gran resistencia mientras recorrimos San Antonio, buscando las frescas lomas del teatro. Llegamos casi puntuales, pero la sorpresa fue grande y el aburrimiento mucho: aunque debía empezar a la una, esperamos hasta las cinco y media para que la primera banda se presentara.
Durante el tiempo de espera, sobre llevable gracias a la exhuberancia de los árboles caleños, un incipiente público se agolpó en los alrededores del lugar. Había todo tipo de gente: desde tipos con crestas y aretes hasta otros muy estirados con enormes y graciosas gafas de sol. Todas las modas y tendencias se encontraron allí.
Empezó tocando un grupo de Yumbo música pacífica y caribeña mientras la gradería se poblaba de espectadores que, de la nada, aparecieron por montones hasta hacer fila para ingresar.
Me dio alegría que a pesar de la poca propaganda los jóvenes respondieron con su asistencia, sin reparar en las notables diferencias que tenían unos de otros.
Siguió un grupo de hip hop que alborotó los ánimos. Eran personas del Distrito de Aguablanca que pregonaban letras violentas, quejumbrosas como el mendigo que estira la mano pidiendo monedas. En su poca originalidad, arrojando sentencias descaradas contra unos y otros que no fueran pobres como ellos, no hacían más que imitar paupérrimamente a los raperos gringos. Cantaban sobre el sistema y la discriminación mientras se balanceaban sobre tenis Nike de variopinto colores y movían la cabeza como patos electrizados.
En las gradas, muchos los ovacionaban alzando los brazos al triste cielo, saltando y copiando aquellos movimientos ridículos de gueto negro.
Al ocaso llegaron frescos vientos farallonezcos que trajeron otro tipo de gente. Personajes mal trajeados, de caras fragosas y ropas anchas, con ojos oscurecidos de odio y miradas provocantes. El nuevo pueblo hacía presencia venido desde los arrabales: muchachos criados por la televisión, educados en las salvajes esquinas sin más valores que el del dinero, ansiosos de prestigio social pero adversos al esfuerzo, rencorosos de un Estado y unas clases sociales que se han vaciado los bolsillos cargando con las obligaciones que sus familias no asumen, convencidos de una deuda que la sociedad tiene con ellos y febriles a la hora de exigir su pago.
Desde la tarima, arengas populistas contra el capital, políticos y las "paramilitares fuerzas militares colombianas" vibraron en todo el teatro ante la mirada atónita de algunos, como mis amigos y yo, y las acaloradas celebraciones de muchos.
Sentí una incomodidad inquieta al escuchar a aquellos bufones y a su público. Decidí retirarme. Mientras lo hacía vi con asco a ese nuevo pueblo tan ignorante, falto de valor y principios, con mucha energía para gritar, destruir e insultar y tan poca para construir y progresar. Un pueblo ocioso y malagradecido que se lamenta de los políticos que llegan al poder por su voto irresponsable, que entregan en trueque inmundo. Unas gentes que desprecian toda ayuda estatal, convirtiendo las obras civiles en sucias ruinas y rechazando el control policivo mientras protege a delincuentes destructores de la sociedad benefactora.
Me retiré decepcionado a caminar por la ciudad. Con una punzada en el estómago, que apenas digería el mal trago, miraba los parques abandonados y sucios. Los oscuros andenes me llevaban por caminos conocidos, los mismos tristes andares que seguirá recorriendo el país si persiste esa cultura popular de mierda, destrucción, facilismo y mal agradecimiento.

11 de julio de 2009

El regreso

Estoy de nuevo en Cali. Confieso que no tenía ganas de venir. Me aferraba a mi pequeño cuarto en Bogotá, a la carrera séptima, a las hamburguesas del puesto de la esquina, a la carne tiesa e incomible del almuerzo...
Me aferraba a una ciudad ajena por querer olvidar los malos recuerdos de la propia, el dolor por su atraso y la tristeza de quien ama con inconformidad.
Vine armado de críticas y comparaciones, preparado para pelearle, para gritarle que la odiaba y que pronto me largaría con complacencia. No esperaba encontrar nada grato y sí todo un mar de malos síntomas de qué quejarme.
Algo sucedió. Estoy aquí y siento que mucho ha cambiado. Los edificios son los mismos, las calles están iguales y la gente hace lo de siempre, pero yo ya no tengo veneno en la lengua. Venía a fusilar a una ciudad entera y quedé desarmado.
Después de gritarle improperios a un desechable desde mi balcón y entablar con él una comunicación de gestos obscenos y amenazas por estar tirándole piedras a un animal en la rivera del río, toda mi bilis desapareció. Sentí que con pequeños actos se pueden lograr grandes cambios.
Así que salí a la calle con energías recargadas, sintiéndome feliz de haberle salvado la vida a una zarigüeya y a la vez educado a una persona en ciudado medioambiental.
Respiré un nuevo aire, como si ese viento fresco nacido de los farallones, que recorre todo el Valle, quisiera llevarse los malos recuerdos y el pesimismo para traer consigo renovación.
Caminé al lado del río mirando lo linda que es la ciudad, admiré ese hermoso corredor ecológico lleno de árboles y animales y el fuerte contraste que hace con los grandes edificios que están erguidos a su lado.
Estaba como en un sueño y al despertar me encontré feliz caminando con el río a mi izquierda y la avenida Colombia a mi derecha. Estaba en la frontera, entre un mundo y otro. Los pájaros y las ardillas jugaban a perseguirse por los árboles mientras los automóviles se deslizaban entre gigantes inmovibles de concreto al otro.
Encontré una respuesta: a Cali hay que soñarla, recorrerla con los cinco sentidos atentos pero distendidos para no quedar con los nervios lastimados de tantas emociones que genera, de sus cambios bruscos, de sus amores y odios.

21 de junio de 2009

Desde el otro lado del mundo...

Durante mi estancia en Bogotá me he visto gratamente sorprendido por el creciente intercambio cultural que ha ido desarrollando el país con el lejano oriente, más precisamente con Corea del Sur.
Un día, una jovencita amable, pero bastante tímida, llegó a la residencia donde me hospedo. Casi no hablaba español y se mostraba algo abrumada por todo lo que ocurría a su alrededor. Venía con una maleta de buenas proporciones que le ayudé a subir al cuarto queriendo entablar conversación para saber más sobre ella. Estaba intrigado.
Intenté comunicarme pero en su mayoría los intentos fueron fallidos. Entre señas me hizo entender que agradecía el detalle de subir la pesada maleta hasta el segundo piso, que venía de Corea del Sur y que su nombre era Dare.
Me sentí extraño. No entendía porqué alguien vendría desde tan lejos a vivir en este despelote de ciudad. Y es que el viaje desde Seúl a Bogotá dura tres días y cuesta cerca de seis millones de pesos. Ella parecía contenta de estar aquí.
A la siguiente semana, cuando llegaba a almorzar, me encontré con que Dare estaba sentada en la mesa con otra coreana. Hablaban rápido en un idioma sonoro, de suave entonación pero ininteligible para mi. Intentaba descubrir alguna palabra conocida, de origen semántico similar, pero no lo logré.
Me senté a almorzar, más concentrado en las muchachas, en su forma de comer, de usar los cubiertos, en lo que comían primero y lo que dejaban de lado, que en mis alimentos. Una vez más intenté hablar con Dare.
Sin embargo, al momento en que le hice la primera pregunta, me miró con sus ojos tiernos y confundidos para después voltear la cara hacia su amiga. Se dijeron unas frases en su idioma y la amiga me respondió la pregunta, añadiendo que a Dare había que hablarle despacio para que entendiera. Apenas estaba aprendiendo español.
Durante el mes venidero me acostumbré a verlas juntas en el almuerzo. Después de varios días en que sus movimientos, cada gesto, cada risilla y cada ruido insospechado se convertían en objeto de un profundo análisis, se estableció una amistad y pude resolver todas mis inquietudes sobre ellas y su país.
Su viaje se debe a un intercambio cultural que les piden hacer en sus universidades de Corea y a que necesitan perfeccionar otro idioma. Un idioma que es muy apetecido en Oriente y que, según ellos, es de excelente calidad en Colombia. Allá somos la meca del español... ¡Más que España!... Bueno, no han escuchado como el presidente regaña a sus súbditos...
Los fines de semana llegaban cada vez más coreanos a la residencia a visitar a Dare y con cada uno que llegaba yo me asombraba más de la cantidad de ellos que están residiendo pasajeramente no sólo en Bogotá, sino en las grandes ciudades del país.
Para mi gusto y agrado, con Dare llegaron a vivir a la residencia otros dos coreanos que, por ser sus nombres casi impronunciables y exageradamente extraños para los locales, adoptaron los de Alejandro y Vicente. En realidad, la única que es llamada aquí como en Corea es Dare, que significa flor del algodón. Allá en casa, los nombres de Alejandro y Vicente significan respectivamente pico de montaña y lago grande.
Así, conociendo a estas personas, sus calidades humanas, intelectuales y sociales, me siento dichoso de que estén escogiendo a Colombia como su destino para aprender español y que traigan algo de su bella y ancestral cultura al país. Hay mucho que aprender de ellos.
¡Bienvenidos Coreanos!

12 de junio de 2009

Sobre Corea del Norte

Últimamente se ha regado por todos los noticieros, periódicos, revistas y publicaciones Web, y es el tema de conversación en las oficinas y las esquinas, el tema sobre las pruebas balísticas y nucleares de Corea del Norte. Hay quienes están en contra del país comunista y se alinean con el pensamiento político gringo: que sólo ellos y sus aliados, tan peligrosos y beligerantes como Israel, tienen el derecho a estar armados y a desarrollar tecnologías nucleares. No es dificil superar la tentación de adherirse a esta corriente de opinión pues, por la forma en que descarada e irresponsablemente los medios de comunicación colombianos informan sobre el tema, Corea del Norte se ve como una nación violenta, retadora y hostíl, mientras Estados Unidos pareciera ser un inocente y benévolo país que, en sus buenas intenciones de un mundo en paz, debe tomar medidas drásticas contra los enemigos de la estabilidad y el progreso. Por el otro lado se encuentran aquellos que posiblemente no vean tanta televisión, o lo hacen llevando a cabo una evaluación crítica e informándose adecuadamente sobre lo dicho en el medio. Los integrantes de este grupo no necesariamente tienen inclinaciones anti-americanas, comunistas o anárquicas. Ellos descubren dentro de la geopolítica yankee una gran contradicción: a la vez que estimulan por cualquier medio, sea pacífico o violento, que las naciones se desarmen y paren sus carreras armamentistas, hacen enérgicas protestas ante la UNU y promueven embargos económicos cada vez que alguien no autorizado realiza una prueba militar de considerable envergadura; invierten diez o quince veces el presupuesto anual de naciones del tercer mundo en sus fuerzas armadas, en el desarrollo de nuevas tecnologías militares y la fabricación de un arsenal de dimensiones desproporcionadas. No siendo esto suficiente, ubican sus bases militares y mueven sus hostiles barcos de guerra por todo el mundo so pretexto de "mantener la estabilidad y la paz mundiales". Bajo estas circunstancias, las personas del segundo grupo consideran necesario el establecimiento de contrapesos que, no estando organizados en bloque, individualmente propendan por un equilibrio militar mundial que a buen momento puedan detener las aspiraciones imperialistas, abusivas y déspotas de países poderosos. Así, las opiniones sobre el tema divergen profundamente entre dos corrientes: una que acepta y ve con buenos ojos el sistema político mundial actual y otra que no está de acuerdo con la dictadura que vive el planeta y se opone a esa forma de política. Aquí la discusión no es sobre si Corea del Norte debe o no desarrollas armamento nuclear, pues en últimas ningún país debería hacerlo, sino sobre la autoridad moral y en último término la autoridad en sí que pretende ejercer un grupo de países encabezados por Washington sobre las soberanas decisiones de otros.

19 de abril de 2009

El aire que respiro

El aire es pesado. Abundan las chimeneas, bocas negras, grises, rojas, de todos los colores, exhalando humos nauseabundos, viciándolo todo. Unas son grandes, de gargántas metálicas, otras pequeñas, de carne viva. Aquí humo es lo que sobra, para todos hay, lo han democratizado, esa es la ley del lugar. Bogotá es un castillo y su bandera el humo. En el interior vive encerrado un país, respirándolo, por no poder salir de ahí. Es la jaula de una monarquía que arruinó a la Nación y ahora se esconde en su mismo corazón huyéndole a su creación. Todos los caminos conducen a ella y por esas sendas ha llegado su miseria. La alcanzó el engendro que creó y con él el humo la invadió. Los habitantes del castillo llegaron por esos caminos de todas partes, sin invitación ni bienvenida. Andan en masa, de aquí para allá, respirando porquería. Son indiferentes, autómatas. Nadie es nadie, no se conocen ni se quieren. Caminan unos al lado de otros, comparten su encierro, el gris de su mundo y lo vasto de éste. Trabajan, comen y tiran, esa es su vida. El aire es pesado. Se respira injusticia. Se respira corrupción. Se respira violencia. Se respira temor. En Bogotá se respira humo y el humo la respira a ella. La absorve en un suave abrazo, en la violencia de su ascenso, en la oscuridad de su alma. La acoge en su cálido seno, la enferma y con cada atardecer se marcha, arrastrada por el viento, espantada por el sueño.

1 de febrero de 2009

El lugar

El lugar comparte mi identidad, es la expresión física de quién soy yo. Una maleta resalta en el lugar. Soy un migrante que, como el viento, cambio en bruscos remolinos, un río de ideas y el cementerio de muchas que ya murieron. Soy un abandonado que lleva su vida en una maleta. El lugar es el museo de una vida, la mia. Ahi, cada cosa cuenta una historia, los objetos hablan, cantan, lloran y viven en el recuerdo. Soy un pasado que no puede ser olvidado. El lugar es limpio, con tantos colores como historias han habido. Son muchas. La luz es amarilla, el color del sol, para cuando sin razón, el frio agobie en su interior. Soy un cobarde que le huyó al amor y dejó de lado el corazón. El lugar es hombre a falta de una mujer. Es tosco a falta de ternura. Triste, no ha conocido un beso. Aquí no se han escrito poemas con inspiración. El lugar soy yo, el que queda de tantas historias, de las pasiones muertas y esperanzas rotas.

Letanía

Escribir es estirar las alas en el ancho cielo de la imaginación, encerrar pensamientos entre letras, que no vuelen libérrimos perdiéndose en el tiempo. En la angustia de tener tanto que decir, ignotos mundos para relatar fijos en las pupilas, el papel recibe la descarga tremenda de una retórica que llegó sin desaparecer. Duele el mundo en mi, en cada detalle que se pierde entre los vericuetos de la cabeza, en las ricas historias incompletas y las yermas noches de incansable ocio que en el extravío de banales ocupaciones desperdicié. Cada párrafo es un parir. Viene con sufrimiento y convulsiones de tan liviana memoria desterrante de momentos olvidados. He aquí lo que quiero contar, libre la palabra que encierra la letra, fresco el sentir que el pecho guardó.

¿Quién soy?

Estudiante de Comunicación Social y Filosofía. ricardotp@hotmail.com ---- ricohin

Para seguir. No escribo mucho