23 de julio de 2010

Tan lindo y agrio

Rodando por las calles de la ciudad que no le abre sus puertas a los desesperados llegamos al barrio de los restaurantes, de los bares, de las discotecas, de los contrastes. Desde el carro a andén y andén veíamos el hermoso trasegar de la alta sociedad con sus mujeres divinas, esbeltas, sus hombres de gimnasio acompañándolas; maniquíes de lujo. Personas tan felices en sus pequeños grupos animados con los abundantes flujos de caja que hasta la más desgracia maquillan de goce. No sé si en verdad son felices, imagino que sí, pero en caso de que no lo fueran, qué mágica cualidad del dinero para disimularlo. Al menos en sociedad.


Me pregunto por qué no había desarrollado la habilidad de tener un grupo de amigos, amigos hermosos todos que salieran conmigo a lugares hermosos en donde hubieran más personas hermosas. Me da envidia ver a esas féminas increíbles empalagando a sus amigos de belleza y ternura mientras veo a través de un vidrio sin que sus mieles deleiten mi lengua.

Caminando buscamos el rumbo de la noche. Más mujeres divinas, más hombres de gimnasio, las vitrinas de los sueños junto a las avenidas del placer. Yo en medio de todo eso. Podría cuadrar, al menos intentarlo como lo hice por algún tiempo: ponerme una camisa manga larga a rayas, que la correa combine con los zapatos, un reloj bonito... el problema es lo de que la billetera esté cargada de Isaacs, Garavitos y Salavarrietas. Sí, tal vez podría de nuevo. No, es que hay algo aquí que no me permite sentirme cómodo. Sí, quizá alguna mujer divina quisiera ser mi novia. No, las rayas no van conmigo. Sí, que se jodan las rayas. No, lo único que cuadra es un cuadrado, o un rectángulo tal vez, y yo soy como deforme.

Un señor con acento cubano nos traerá lo que le pidamos. Está con un muchacho retorcido en su camiseta naranja, hundido en su gorra naranja, poseído por el placer del delirio. Las vitrinas están en sus inquietos ojos de vidrio. Caminamos con él, dejando atrás al viejo. El arte en la desfachatez de sus movimientos, el modo en que consigue que cada miembro de su cuerpo produzca una nueva y diferente moción a la inmediatamente anterior se me hace sorprendente, exótica. Dice que todos lo conocen, saluda casual a todo el que cruzamos. Paramos de pronto. Se mete la camisa casi con elegancia. Camina pero no lo seguimos, habla pero no le escuchamos, se pierde entre una multitud de mariposas.

De nuevo aquí entre los vidrios, con la lengua agria y la miel tan lejos...

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Letanía

Escribir es estirar las alas en el ancho cielo de la imaginación, encerrar pensamientos entre letras, que no vuelen libérrimos perdiéndose en el tiempo. En la angustia de tener tanto que decir, ignotos mundos para relatar fijos en las pupilas, el papel recibe la descarga tremenda de una retórica que llegó sin desaparecer. Duele el mundo en mi, en cada detalle que se pierde entre los vericuetos de la cabeza, en las ricas historias incompletas y las yermas noches de incansable ocio que en el extravío de banales ocupaciones desperdicié. Cada párrafo es un parir. Viene con sufrimiento y convulsiones de tan liviana memoria desterrante de momentos olvidados. He aquí lo que quiero contar, libre la palabra que encierra la letra, fresco el sentir que el pecho guardó.

¿Quién soy?

Estudiante de Comunicación Social y Filosofía. ricardotp@hotmail.com ---- ricohin

Para seguir. No escribo mucho